I.
Revista

lunes, 23 de agosto de 2010

Carmen Martín Gaite sube al escenario

En su infancia, Carmen Martín Gaite ejercía de primera actriz en las obras teatrales que ella, su hermana y algunos primos representaban ante padres, abuelos, tíos y otros familiares en la amplia casa familiar de la plaza de los Bandos, en el mismo corazón de Salamanca. Luego, mientras estudiaba Filología Románica en la vieja Universidad de su ciudad, participó con papeles de distinto relieve en funciones de entremeses de Cervantes y en 'El mercader de Venecia' de Shakespeare. Una vocación así en alguien que hizo de la escritura el eje de su vida tenía que llevarla a abordar la creación teatral. Fue lo que sucedió. Hoy, diez años después de su muerte, el nombre de la autora está en la historia de la literatura española pero relacionado con la narrativa y el ensayo. Apenas nada se recuerda de su trabajo para el teatro, así que la publicación del tercer tomo de sus Obras Completas (Ed. Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores), que incluye cuentos y poesía además de sus textos para la escena, permite conocer una faceta semioculta de una de las más importantes autoras en español de la segunda mitad del siglo XX.
En los años cincuenta, instalada en Madrid e integrante del círculo que formaban Ignacio Aldecoa, Medardo Fraile, Jesús Fernández Santos y Rafael Sánchez Ferlosio, con quien estuvo casada durante 16 años, Carmen Martín Gaite escribió tres piezas teatrales que no llegó a terminar. En 1959, madre ya de una hija de tres años -Miguel, nacido en 1954, había muerto de meningitis a los seis meses-, atendió un encargo de la actriz Laly Soldevila y se puso a trabajar en un texto que recibió el título de 'La hermana pequeña'. La actriz le pidió una obra que incluyera un personaje «desvalido e ingenuo, pero no encasillado en lo cómico». Y la escritora se lo dio. Era el de Inés, la 'hermana pequeña', pero Soldevila no pudo ponerlo en escena porque murió en 1979 y la obra no se estrenó hasta veinte años más tarde, cuando a la propia autora, ya septuagenaria, apenas le quedaban unos meses de vida.
Teatro dentro del teatro
La segunda obra concluida se hizo esperar un cuarto de siglo y es ya el trabajo de una escritora experimentada y con un amplio repertorio de recursos literarios con los que suscitar emociones en el espectador. Se trata de 'A palo seco', un monólogo que finalizó el 1 de enero de 1985 y fue puesto en escena en el Centro Cultural de la Villa, en Madrid, en 1987.
Conviene saber que Carmen Martín Gaite nunca tuvo las ganas o el ánimo suficiente para hacer las gestiones de todo tipo que normalmente ha de afrontar un autor teatral. Acostumbrada a la relativa sencillez de la edición, la escritora 'movió' muy poco su obra entre productores, directores y actores. Además, algún comentario en el sentido de que en 'La hermana pequeña' «no pasaba nada» y en cambio se hablaba mucho terminó por desanimarla. La obra se quedó en un cajón durante 40 años, pero llama la atención que cuando puso manos a la obra con un segundo título radicalizó incluso sus postulados estéticos y construyó un monólogo. Menos acción, imposible.
¿Qué hay en esas dos obras? Muchos elementos en común, sin duda, pese al tiempo que las separa. El primero es que en ambas hay teatro dentro del teatro. Más en 'A palo seco', donde el protagonista es un autor-actor que está escribiendo un monólogo. Pero también en la primera, en la que Laura, la protagonista, es una actriz que malvive con lo que gana interpretando pequeños papeles en obras de escaso relieve. Hay más: el escenario en ambas es una habitación pequeña y atiborrada de muebles viejos, en la que reina el desorden. Y, sobre todo, los personajes de las dos piezas no encuentran el sentido a su vida ni comparten los valores más comunes en la sociedad de su tiempo.
En las dos obras, en diferente proporción, están presentes los elementos más reconocibles de la literatura de la autora: su dominio de los diálogos, su capacidad para cargar de significado momentos aparentemente triviales, el afán de huir de las pequeñas ciudades a las grandes, el vértigo de la libertad, la vacuidad de tantos prejuicios, la falsa moral. Y aunque en 'La hermana pequeña' es el personaje de Inés quien pone en tela de juicio todo un estilo de vida, es Laura quien aporta las reflexiones más lúcidas y con frecuencia más amargas. Como cuando su amante le sugiere que conozca a su esposa porque quizá eso tranquilizaría algo su conciencia. «Deja la conciencia algo intranquila. No te mueras del todo», le contesta Laura. Y algo más adelante, en la despedida: «No deben lamentarse las cosas que ya no tienen remedio».
Hay menos amargura en el final de 'A palo seco', aunque el protagonista tenga todas las papeletas para ser un fracasado. Lo dice él mismo: «No me digas que no es un puro delirio ponerse a hablar con una mujer que no está, que no va a volver nunca, y ofrecerle con toda tu cara a unos empresarios que no van a llamar nunca una obra que no terminarás nunca... Y no la terminas (...) porque no sabes, porque escribir teatro es muy difícil, sí, señor, mucho arroz para ti...». Palabra de Martín Gaite.

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