La prosa de Benet mantiene su musculatura, aunque racheada de ironía y humor zumbón, mientras se preocupa por la incertidumbre como muela de afilar del estilo, o por el dogmatismo, el amor propio y la diferencia entre actuación y juego. Mientras, su amiga Carmiña, con clarividencia literaria, le amonesta en una carta de 1964: "No te goces en desconcertar. Que el desconcierto, cuando lo tenga que haber, emane de las contradicciones del tema mismo, que esté en el tema". Un epistolario apasionante.
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