Desde hace ya bastantes años, Carmen Martín Gaite nos fue avisando periódicamente en sus ensayos de la maestría de Medardo Fraile (miembro, como ella, de la generación del 50) en el esquivo terreno del cuento como género literario: de su visión desencantada de la realidad aunque veteada por rachas de humor y de ternura, de su portentosa capacidad para el "diálogo esencial" (y yo añadiría el trazado de los gestos) derivada sin duda de la temprana vocación teatral del escritor, o de la deliberada inclemencia de sus temas, que con el paso (y el repaso) del tiempo linda en ocasiones con el sarcasmo.
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